lunes, 12 de febrero de 2018

Inside, de Borja F. Caamaño





Inside, de Borja F. Caamaño
Alhulia, s.l. 2007


Leí la novela en un par de días, a golpe de mordiscos. La obra es una visión libre de “El jardín de las delicias”, en su panel central. Casi concebida como conjunto de relatos independientes (la novela puede leerse desde cualquier capítulo) aparece un hilo invisible, además de la voz en primera persona, y es ese Pathos común, esa advocación a la fatalidad que embadurna a los personajes y que va ensartando sus vidas hacia un destino casi marcado.
Los individuos quedan definidos según sus acciones (Por sus actos los conoceréis) y también por su voz, que prestan al narrador sin complejo alguno. Transmitir el perfil psicológico de cada uno a través del pensamiento (como el joyciano monólogo interior) es una apuesta arriesgada y Borja F. Caamaño la gana con nota. Meterse en la piel de todos los individuos de la trama y hablarle al lector desde ese precipicio, exige un tratamiento literario maduro y un buen manejo del lenguaje, y él ofrece con ello la acidez de lo cotidiano, el olor de los sitios y el aroma del fracaso de unos individuos predestinados y traidores.
Gracias a esta presencia coral y a esa original presentación de los personajes, la obra es un puzle en blanco y negro donde el sistema de valores y las prioridades éticas se van a la mierda. Son individuos solitarios, moldeados por sus propias inclinaciones y bautizados, en su mayor parte, por un nihilismo vital que los condena, desembocando la novela en una continua bajada a los infiernos.
En algunos capítulos la narración se torna impulsiva, cardíaca, como si fuesen los propios individuos los que desarrollan por sí mismo la trama, con independencia de la voluntad del autor. Se vale entonces de un lenguaje más rico en metáforas, más onírico a veces, pero no menos brutal.
Es el caso de “Noche de Ronda”, que muestra el submundo policial con ese lenguaje desangrado y directo que tanto me recuerda al Morituri de Yasmina Khadra.
Otros capítulos se tornan más planificados, más cerebrales, según la propia psicología del personaje, y el autor/personaje aplica entonces una pátina de frialdad, objetividad y distancia al narrar hechos en los que está implicado (como el Capote de  “A Sangre fría”).

Es, en fin, una obra directa, escrita en un lenguaje ciertamente cinematográfico y que mantiene algunos ademanes de Opera prima y de regusto autobiográfico pero dando como resultado una novela honesta, arriesgada y eficaz.


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