La lenta inclusión de elementos inquietantes a lo largo del relato es una de las mejores bazas de la obra: la extraña niña con problemas que desarrolla una amiga imaginaria, su padre completamente sobrepasado por la situación, una casa (de precio sospechosamente asequible) en medio de un remoto pueblo montañés, unos lugareños huraños con extrañas costumbres, un pozo oscuro, un armario que se abre cuando quiere…, todos y cada uno de esos elementos van tejiendo una tela de araña que el autor dosifica con cautela, casi con timidez, logrando una densa e inquietante atmósfera que atrapa plenamente al lector obligándolo a pasar página tras página hasta llegar a la conclusión.
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